Supongo que es demasiado pronto para afirmar que los inversores están perdiendo la paciencia con Amazon y la estrategia siempre expansiva de su fundador, Jeff Bezos. Son, en opinión de un colega, «los accionistas más tolerantes del planeta: llevan años dejando que Bezos reinvierta todo lo que factura, sin compartir con ellos los beneficios, cuando los hay». Las pérdidas de Amazon han pasado de 7 millones hace un año a 126 millones de dólares en el trimestre reciente, y desde el anuncio su cotización ha bajado un 8%.
Lo que ha provocado la estampida de los últimos días ha sido la previsión de que el tercer trimestre fiscal – el actual – se cerrará con pérdidas de entre 400 y 800 millones. Es demasiado hasta para quienes admiran en Bezos el mérito de haber multiplicado por 20 la facturación en los últimos diez años. Porque, con idéntica constancia, el fundador ha embarcado a la compañía en una diversificación hacia nuevos productos y servicios. El problema tampoco es la diversificación en sí misma, sino que dispara a múltiples dianas a la vez y luego no revela cómo le ha ido en cada aventura.
Los analistas están divididos. Unos prevén que la agresividad de Bezos tendrá tarde o temprano recompensa en forma de ingresos crecientes y sus márgenes dejarán de ser anémicos cuando consiga estabilizar un dominio abrumador Otros opinan que Amazon está peligrosamente sobrevaluada – ¡165.000 millones de capitalización para una empresa que no gana dinero!, dicen – con pérdidas en aumento, tal como van las cosas. De hecho, las iniciativas recientes han metido a la compañía en segmentos de mercado que dejan márgenes irremediablemente exiguos y necesitan inversiones cuantiosas para mantenerse competitiva. El lanzamiento de su smartphone Fire es sólo una de sus ocurrencias: puede salir bien o mal a largo plazo, pero a corto plazo castigará los resultados.
El asunto merece un análisis para el que no tengo espacio en este newsletter. Me concentraré en un aspecto relevante, la actividad cloud de su filial Amazon Web Services (AWS), ¿es sostenible en los términos actuales? Para empezar, es notoria la guerra de precios: AWS ha bajado los suyos 40 veces en un año, la última vez en un 51% para ciertos servicios. Lo que busca con esa política es proteger su dominio frente a unos rivales llamados Microsoft, IBM y Google. Como Bezos nunca comparece ante los analistas, le tocó al director financiero presumir de que el uso de sus servicios cloud ha crecido un 90%, «pero ha desacelerado el crecimiento», dijo.
A falta de datos oficiales, circulan estimaciones de terceros: AWS habría contribuido con 3.400 millones de dólares a la facturación de Amazon en 2013, estima IDC, que le atribuye aproximadamente un 50% del mercado mundial. Otro cálculo es de Canalys, que cifra en 2.000 millones las pérdidas soportadas en los últimos cuatro trimestres.
¿Vale la pena el esfuerzo? Puede que sí, porque el mercado global de cloud computing se triplicará en los próximos cinco años, según IDC. O puede que no, si para defender su liderazgo AWS acepta perder dinero, lo que en la práctica equivale a ser subvencionada por la actividad de comercio electrónico de su matriz. Pero esta práctica podría revelarse insostenible frente a la multiplicación de iniciativas en otras áreas. John Disdale, analista especializado, opina que «finalmente, AWS ha encontrado la horma de su zapato». Microsoft está socavando su mercado en las modalidades IaaS y PaaS, mientras IBM ha pasado a encabezar el ranking de servicios de nube privada e híbrida según la consultora Synergy Research. AWS sigue siendo el líder, pero su crecimiento (supuesto) es inferior al de esos dos competidores. Si el plan de Bezos fuera apalancarse en su posición para ofrecer servicios a las empresas, lo tendrá más crudo. Sólo Google sigue sin acertar en su estrategia cloud. Otros, como HP, Oracle y Cisco cogen carrerilla.